martes, 3 de noviembre de 2015

El cielo y el infierno en el siglo XVIII XIX


EL SATANISMO SIGLO XVIII

El satanismo originario del siglo XVIII consta de un número de creencias relacionadas y fenómenos sociales. Comparten las características de simbolismo, veneración y admiración por Satán (o figuras similares). Se cree que Satán apareció por primera vez en la Biblia Hebrea, donde era un ángel desafiaba la fe de los humanos y la religión. En el Libro de Job  se le denominaba «el Satán (que significa «el acusador» o "contra de, enemigo de") y actuaba como el delator en el tribunal  de Dios. Un personaje denominado «Satán» fue descrito dentro de los muchos evangelios  de los primeros cristianos como el enemigo cósmico del hombre y el tentador de Jesús. Se desarrolló mucho más en amplitud y poder que el portador de Armagedón y Apocalipsis  según está caracterizado dentro del Libro de la Revelación. . Las religiones inspiradas por estos textos (judíos, cristianos y musulmanes) consideran a Satán tradicionalmente como un adversario o un enemigo; viendo su presencia e influencia en cada aspecto del papel acusatorio remontándose a la Creación y a la Caída del Hombre. La figura de Satán fue tratada de manera diversa, especialmente por los cristianos y musulmanes, como un competidor rebelde o celoso de los seres humanos, y caracterizado como un ángel caído o demonio dominando el infierno penitencial, Jesús lo arrojó hacia la Tierra por que en el cielo estaba extraviando a los ángeles, los seres humanos, vagando por el planeta compitiendo por almas o proporcionando el ímpetu para todas las parodias mundanas. Particularmente después de la Ilustración Europea, algunas obras, tales como El paraíso perdido, fueron tomadas por los románticos  y descritas como la presentación del Satán Bíblico, una alegoría  que representa la crisis de la fe, el individualismo, el libre albedrío, la sabiduría  y el progresismo. Son pocas en número aquellas obras que en realidad mostraron a Satán como un personaje heroico pero sí que existen: George Bernard Shaw y Mark Twain son dos autores cuyas obras incluyen este precedente en el escrito que fue tomado por los religiosos satánicos.


Satanismo siglo XVIII

EL ESPIRITISMO SIGLO XIX 

El espiritismo es una doctrina originada en Francia a mediados del siglo XIX, cuyo máximo exponente ha sido Allan Kardec (1804-1869). Esta doctrina establece que los espíritus
 ―seres sin cuerpo material― pueden entrar en contacto con los seres humanos.
Kardec define al espiritismo como la ciencia que estudia la naturaleza, origen y destino de los espíritus como así también su relación con el mundo corporal como filosofía (porque estudia las consecuencias morales que resultan de esas relaciones) y como religión.
Los conceptos o doctrinas espiritistas tienen seguidores en varios países alrededor del mundo, incluyendo Alemania, Argentina, Brasil (el país con la mayor cantidad de espiritistas), Colombia Cuba, España, Estados Unidos, Francia, Haití, Japón, Perú, Portugal, Puerto Rico, Reino Unido, Uruguay y Venezuela. 
CONCEPTOS:
Los principios del espiritismo contenidos en sus obras fundamentales son:
  • La existencia y unicidad de Dios como primera causa inteligente. Dios es eterno, y por tanto, perfecto hasta el infinito.
  • La existencia de espíritus, seres individuales creado por Dios, sempiternos, con predisposición hacia la inteligencia, aptitud que desarrollan al evolucionar. Para encarnar en un mundo material, el espíritu se une a un cuerpo físico por medio de su periespíritu (envoltura cuasi material que rodea al espíritu).
  • Comunicabilidad espiritual: el humano, denominado también alma o espíritu encarnado, puede comunicarse con espíritus desencarnados (entre ellos, espíritus correspondientes a fallecidos terrestres) a través de algún médium. El ejercicio medianímico requiere de un cuerpo material, por lo que solo los encarnados pueden ser médiums.
  • Ley de causa y efecto: el mecanismo de retribución ética universal a todos los espíritus, según la cual nuestra condición actual es el resultado de nuestros actos y decisiones pasados. La purificación de una falta se realiza mediante el arrepentimiento y la expiación necesaria para la corrección.
  • Reencarnación: es el proceso natural que permite al espíritu volver a encarnar como humano con el fin de evolucionar (sea para perfeccionarse en virtudes, para expiar faltas pasadas, para ayudar a sus semejantes a progresar, etc.). Por evolución intelectual, el humano solo puede reencarnar como humano, pero tanto hombre como mujer.
  • Dinamismo en la vida espiritual: los goces o penas relativos después de desencarnar los determina el estado de la conciencia del individuo, concibiendo su porvenir en algún mundo afín a su estado vibratorio. Aún así, el ser tiende a la felicidad eterna por la misma eterna evolución que va desarrollando.
  • Pluralidad de mundos habitados: la Tierra no es el único planeta con vida en el universo. El espíritu encarna en diferentes planetas, progresando en todos los aspectos.
  • Responsabilidad individual: el estado de la vida presente del ser es debida únicamente a sí mismo. El mismo espíritu es quien, antes de encarnar, elige las pruebas y circunstancias por las que pasará, consolidando así la ley del libre arbitrio. Dios no establece premios o castigos individuales, pero sí leyes universales desde la eternidad.
  • Igualdad espiritual: Dios no privilegia a ningún espíritu, creándolos a todos simples e ignorantes, pero destinados invariablemente a la perfección, con aptitudes idénticas para el bien o para el mal según su libre albedrío.
  • La conciencia como libro de vida: Las decisiones buenas solo surgen del sentido común dictado por la conciencia junto a la inteligencia, esto es, las intenciones verdaderas de bien común.
  • Universalidad de la filosofía: La relación humana-espiritual no necesita ninguna mediación institucional. Una espiritualidad natural es suficiente e incluso más apropiada para la realización del ser. Por ello, el espiritismo carece de rituales, culto, templos o personas con privilegios religiosos.



Símbolo del espiritismo siglo XIX

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